martes, 26 de mayo de 2015
Valles, a 37 años de distancia.
Valles, a 37 años de distancia.
De repente uno tiene propósitos que va aplazando por una u otra cosa, leer un libro, pintar la casa, etc. Nos olvidamos que aunque sea redundante, la única forma de hacer las cosas es haciéndolas. Uno de esos propósitos que tenía yo era el de ir a Valles a visitar la tumba de mi papá, solo me acuerdo haberla visitado una vez, hace más de 35 años. Afortunadamente Rosy no es así, en cuanto le comenté mi propósito lo tomó con seriedad y en los primeros días de descanso que tuvimos viajamos para allá.
29 de abril del 2015.
Nunca había manejado hasta Valles, el recuerdo que tenía era del recorrido que hicimos en un Volkswagen cuando nos cambiamos de Querétaro para allá; Rio Verde, el Valle de los Fantasmas y una carretera con muchas curvas que cruzaba entre la Sierra, en la que incluso alguna vez se nos cruzó un venado saltando frente al auto.
Después, los recorridos en la caja de la camioneta Datsun cubierta son su lona y acondicionada con una colchoneta y cobijas en donde viajábamos Lety, Fabio y yo, mientras Fany iba con mis papás en la cabina, para ir a visitar a mis abuelos a Vistahermosa.
Hoy la carretera ya es otra, ni siquiera hay que pasar a San Luis Potosí, se toma un libramiento y hay una autopista que pasa entre la sierra con pocas curvas, la vegetación a los lados va en aumento hasta volverse exuberante al llegar a la Huasteca; cuando íbamos hacia Valles la sierra estaba gris y lluviosa.
Extrañamente Valles, siempre caluroso, hasta de más, esta vez nos recibió con frío, tuvimos que ponernos suéter y soportar una lluvia intermitente la tarde y la noche. Fuimos a buscar la casa de la abuela Andrea, que yo recordaba grande y simple, con un techo de lámina que caía hacia los cuatro lados, ya no la encontré, ahora en el cruce de Madero y Reforma hay muchas viviendas. En la esquina hay una tienda donde estaba despachando una señora de más de 80 años, ¿sería parte de mi familia?, yo recordaba también una tiendita en una esquina, le pregunté si había conocido a mi abuela, y nos sorprendió: "sí la conocí, tú te pareces mucho a Fabio, lo conocí desde niño", no era parte de mi familia, pero los conoció a todos y fue capaz de relacionarme con mi papá, la familia de mi papá habitaba a contraesquina de su tienda.
Todas las casas que hay en el terreno resultaron de familiares: una hija de Galdino y Blanca, dos hijas de la tía Pilar, y en la misma casa en la que ya vivían desde entonces estaban la tía Blanca y el Primo Galdino. Tocamos, después de asomarse y esperar un rato finalmente abrieron, Blanca como que me reconoció y cuando le dije quién era me soltó un desconfiado "si, a que viniste" me invitó a pasar a una vivienda sucia, llena de cosas viejas más sucias aun, apestosa a cigarro y a encerrado, muy desagradable, salió mi primo Galdino y me dio la mano, parecía que estuviera ebrio, fumando, después me enteré que tiene una enfermedad mental, balbuceó algo diciendo que Fabio le había quitado un pedazo al rancho y con eso se había comprado una combi azul, me pareció que era una historia que le han repetido mucho, como una justificación, quizá a eso se deba la desconfianza de mi tía Blanca, quizá pensó que iba a reclamar algún derecho. Habría que investigar más.
No estuvimos más de 10 minutos, me urgía salir, el ambiente era asfixiante. Después de que salimos sentía que se me había impregnado el aroma a cigarro y desconfianza, tuve que mitigarlo con perfume y ni así dejaba de percibirlo, no me dieron ganas de regresar.
Sobre el bulevar encontré el edificio de Telmex en la esquina con Gral. Escontría, ahí conseguíamos pedazos de alambre telefónico forrado de colores que torcíamos para crear hombrecitos; me dirigí a donde me llevaba la memoria y localicé la última casa en donde la Familia de mis papás vivió completa y donde un sábado de agosto de 1978 se descompletó; aunque le cambiaron el color sigue casi igual, en una esquina rodeada de herrería con un patio al frente de baldosas rosas, y un portón en la calle lateral que era cochera y daba acceso a la huerta de mangos, ciruelos, tamarindos y muchas plantas más, donde la fruta era tanta que se podría en el suelo; ahora está pintada de amarillo y tiene anuncios de restaurante, le tomé una foto y me acerque a tocar la reja que mis hermanos y yo ya habíamos tocado antes con manos de niño, muchos recuerdos: los pollos zombis comedores de mango, un baño de vapor improvisado, las jaibas y los langostinos vivos que llegaban a vender a través de la reja, mi reloj de Mickey Mouse con extensible verde, Armando y Paco, el vecino roba mangos (a quien hurtábamos plátanos), el mundial de Argentina, la Willis... algunos malos.
Encontré también el hotel Casa Grande donde aprendí a nadar (ahora hotel misión), el Hotel Valles con sus grandes letreros y sus impresionantes jardines, el Colegio Motolinia de las niñas y el Colegio Juárez de los niños. Todos siguen ahí; sin embargo, no pude ubicar el lugar donde Fabio se cayó de nuestra bicicleta "grillo" y se le fue el avión por un momento, nosotros queríamos una "vagabundo" pero aún con las caídas disfrutamos mucho la grillo, en realidad eran muy parecidas.
30 de abril del 2015.
Por la mañana nos levantamos temprano para ir al panteón, las tumbas están casi encimadas, pareciera que hubieran nacido de la tierra como la vegetación de la huasteca, donde hay tantas plantas que parecen pelear por un pedacito de terreno. A lo mejor eso no está tan mal, ya que así ningún muerto se siente solo, si vienen a visitar a alguno todos los que lo rodean se enteran de lo que le platican y escuchan los rezos, o los reclamos.
Según las instrucciones que nos dieron entramos por el pasillo central y antes de la capilla tomamos un sendero a la izquierda y comenzamos a buscar la tumba de mi papá, una, dos, tres vueltas y nada, no aparecía. Le llamamos a Fany y ella nos detalló más las instrucciones, frente a la tumba de mi papá no hay pasillo, hay que hallarla entre las demás, comencé a buscarla nuevamente y al fin la encontré, es pequeñita, casi pegada a la tierra y está semioculta en una esquinita, ennegrecida por el musgo de años, el epitafio ya no se alcanzaba a distinguir, tuve que seguir con los dedos las hendiduras para le leerlo:
TE AMAMOS TANTO QUE
EN NOSOTROS SIGUES
VIVIENDO
TU ESPOSA E HIJOS
Bajo esa lápida está lo que queda de mi papá; ahí mismo mi tía Pilar enterró a mi abuela Andrea 10 años después, grabaron su nombre sobre la lápida de mi papá bajo el epitafio, y le agregaron una suerte de florero. Al lado derecho está la tumba de mi Abuelo Galdino y con el paso de los años en esa misma tumba sepultaron a mi tío Galdino y mi tía Pilar.
Los restos de Galdino, Andrea y sus tres hijos: Galdino, Fabio y Pilar, descansan ahora juntos, muy juntos, en un espacio muy pequeño.
Mandé cortar la hierba que rodeaba la tumba de mi papá, fuimos a comprar pintura blanca y esmalte negro, pinté la tumba dando muchas pasadas hasta que quedó totalmente blanca y luego entre Rosy y yo remarcamos las letras. El nombre de mi papá, el epitafio y de paso... pues también el nombre de mi abuela y el jarrón. Compramos dos arreglos de claveles rojos, mi mamá dijo que fueron sus flores favoritas y se los pusimos, mientras pintaba sentía un hueco en el pecho, pensaba en él, en su pelo chino y su bigote, sus ratos buenos, en cómo se reía, en lo bien que dibujaba, en los langostinos al mojo de ajo que le gustaban, en los cohetes que hacía con el papel metalizado de los cigarros y cerillos, en sus botines negros, en la camioneta Willys que arregló… caray, que joven que estaba cuando se murió, sólo 37 años, cuantas cosas más pudo haber hecho, nadie debería morir tan joven... no quise pensar en lo malo, total ya para que. Mi papá vivió 37 años y yo lo estaba visitando a 37 años de su muerte, que coincidencias.
Al panteón llegó Roberto González Escárcega, fue amigo de mi papá y se hicieron compadres, es padrino de confirmación de Fabio mi hermano, lo contacté el día anterior gracias a la guía telefónica que estaba en la habitación del hotel y a la buena memoria de mi mamá, es hermano del tío Yuyo y cuando nosotros vivíamos en Valles, él estaba en Chihuahua por eso quizá no lo recordaba, le dio gusto conocerme, me platicó que él y su hermano fueron amigos de mi papá desde la juventud, que pasaron muchas aventuras juntos, paseos al campo, a Tampico y al río a nadar, me llevó algunas fotos de cuando estaban muy jóvenes, me platicó que Yuyo murió hace como diez años y está enterrado en ese mismo panteón. Me hizo pensar en la canción “No es serio éste cementerio” de Mecano:
“Y los muertos aquí lo pasamos muy bien
entre flores de colores,
y los viernes y tal
si en la fosa no hay plan
nos vestimos y salimos.
Para dar una vuelta
sin pasar de la puerta eso sí,
que los muertos aquí
es donde tienen que estar,
y el cielo por mí
se puede esperar”
Seguramente en ese panteón de Valles se encuentran enterrados otros amigos de mi papá, seguro no le faltará con quien salir a pasear los viernes.
Roberto se fue y yo me quedé un rato más, la tumba quedó muy limpia y muy blanca, aunque es muy sencilla resalta entre todas las demás, el fuerte sol de la huasteca la hace brillar, voy a regresar nuevamente a limpiarla y a pintarla, a generar nuevos recuerdos, a recargarme con la parte de mi esencia que se encuentra ahí, a hacerme a la idea de que visito a mi papá, la próxima vez trataré de sembrar un árbol, alguno que dé flores.
Por la tarde fuimos en un viaje relámpago a Xilitla y recorrimos a toda prisa el Jardín Encantado de Edward James, ya había venido de muy niño, con mi papá y mi hermano, antes de que fuera una atracción turística cuando sólo era la casa rara del inglés y el principal motivo de nuestras visitas era el de surtir un local donde vendíamos alimentos balanceados para ganado, disfruté el recorrido entre la vegetación selvática de la huasteca, con esa sensación misteriosa que generan las construcciones incrustadas en la maleza.
Regresamos a Valles por la noche, yo recordaba un lugar en el centro al que íbamos a comprar unos raspados hechos con frutas naturales y que al lado estaba una librería en la que le compraban a Fabio los libritos de Mafalda que finalmente leíamos todos, para mi sorpresa ambos lugares siguen ahí, la fuente de sodas se llama “La Canasta” y la librería de paredes de cristal sin nombre también está; la librería estaba cerrada por lo que no pude entrar, a lo mejor hasta tienen todavía libros de Mafalda, Rosy y yo compramos unos raspados, estaban buenos, pero no tanto como los que recuerdo de antes.
1 de mayo de 2015.
Este día desayunamos unas gorditas deliciosas de guisados, hicimos un recorrido por el bulevar para hacer algunas fotos y me encontré con el letrero que está en el acceso del “Fraccionamiento Valle Alto” cuando vivíamos allá era lo más nuevo, alguna vez fuimos a que Fabio recibiera sus primeras clases de manejo, solo existían las calles pavimentadas y no había casas, ahora ya son casas viejas, seguramente las lecciones de manejo no pudieron terminar, porque me parece que Fabio aún no maneja muy bien.
En el mercado busqué el café “Seroga” sin éxito ya que el local estaba cerrado, yo recuerdo que esa marca era mejor que la del café “Jacalito” que está en la memoria de Fabio, por encargo de mi mamá compré un palmito fresco y por puras ganas dos porciones de Zacahuil y unos cactus comestibles de los que olvidé el nombre y después comenzamos el regreso.
Gracias Rosy por tu impulso y tu compañía, fue una visita a Valles muy interesante y plena de recuerdos, tendremos que repetirla.
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