miércoles, 27 de enero de 2010
Los Primeros Recuerdos y mi Primera Infancia (tuve dos).
Nací en Naranjos, un pequeño pueblo ubicado al norte del estado de Veracruz, caluroso y con poca gracia según referencias de terceros, ya que hasta el día de hoy no he tenido oportunidad de conocerlo, ahí se encontraba trabajando mi padre y mi mamá estaba con él. Fui el segundo de una familia que finalmente llegó a acumular cuatro hijos, dos hombres primero, seguidos de dos mujeres.
Mi papá acostumbraba cambiar el lugar de residencia familiar frecuentemente, no se porqué, pero el hecho es que mis primeros recuerdos transcurren en la Ciudad de Querétaro, yo estoy solo, sentado en el suelo, recargado en la pared de la casa que ocupábamos en ese momento, en el patio, bajo una especie de puentecito o techo angosto en el que me resguardaba de la lluvia que caía en ese momento, estaba enojado por algo que seguramente era poco importante ya que no recuerdo el motivo, aunque no era raro que yo me enojara, hasta la fecha mi mamá llega a hacer bromas adjudicándome que durante mis exabruptos decía “estoy tan jurioso que hasta me luele el celebro” y es cierto, yo también me acuerdo de eso; creo que lo que más graba los recuerdos en nuestra memoria son las emociones, en mi caso mi primer recuerdo es esa emoción de disgusto, recuerdo lo que sentía y el entorno, ese lugar donde me estaba alejando de todos, la lluvia que caía, la pared fría en mi espalda, lo duro del suelo, lo extraño es que no tengo la menor idea de la razón de mi enojo, aunque pensándolo bien esa es una ventaja, olvide lo que me disgustó, olvidé “lo malo” y eso hace que lo demás se haya convertido en “lo bueno” y lo bueno es que aun lo recuerdo.
domingo, 24 de enero de 2010
Los sabores compartidos.
Hace unos cuantos días que me cambie a vivir a esta población (Santiago Juxtlahuaca) del estado de Oaxaca, México y poco a poco estoy tratando de asimilar el cambio.
Mi familia se quedo lejos de mi, parte por necesidad de los estudios de mis hijos y parte por desajustes de carácter personal, pero el hecho es que los días, semanas, meses o años que pase aquí viviré solo y pasaré la mayor parte del tiempo en mi habitación, acompañado de mis libros, mi computadora y mi televisión (¡Agradezco a la televisión satelital los ruidos humanos con los que invade mi espacio aunque no la vea!), así que tendré tiempo de ver crecer las plantas,presenciaré el cambio de las estaciones y pensar en cosas diversas, simples o complicadas.
Como siempre es más fácil comenzar por las simples, hoy por la mañana, llegué a la mesa del comedor después de atender asuntos del trabajo y me sirvieron como desayuno un consomé de barbacoa acompañado de un plato con carne y salsas variadas para hacer tacos; he tenido la oportunidad de recorrer diferentes lugares de mi país y la barbacoa es una constante en todos ellos, solo que en cada lugar se prepara en una versión diferente.
En mi infancia, la barbacoa se preparaba en el rancho de mis abuelos maternos: Enrique y Carmela; era un evento que comenzaba temprano por la mañana, y aunque muchos participaban, mi tío Enrique tomaba un papel preponderante y se asumía como el "master chef" del proceso, abrían el pozo y verificaban las piedras, las pencas de maguey y nopal y la leña, seleccionaban un borrego, lo sacrificaban, lo destazaban y comenzaba un trajín de muchas personas, mujeres que preparaban las tripas, la moronga, la chanfaina y hombres que preparaban la carne y la metían al horno de pozo para que se cociera, el resultado era un consomé de color marrón turbio, con arroz y garbanzos además de otros aderezos y una carne suave que se deshacia al hacer los tacos de tortillas hechas a mano, comíamos en familia, abuelos, padres, hermanos, tíos, primos y amigos, el ambiente se saturaba de aromas deliciosos, de voces familiares y risas, de alegría.
Todos compartíamos la comida y mediante ella nos integrábamos como parte de un grupo familiar, esa barbacoa muy desgraciadamente ya no se prepara más, su sabor quedó solo en mi memoria y estoy seguro que también en la de los otros miembros de mi familia, no la volveremos a comer, por eso las barbacoas que encuentro ahora siempre pierden con la comparación, porque nunca tendrán lo que hacia especial a la otra, jamas podrán volver a aderezarse con la reunión de los miembros de mi familia que ya no están, con los que están lejos y los que ya no quieren estar, pero sobre todo lo que nunca regresará son los ojos, los oídos, la boca, la naríz y la piel que tenía en mi infancia y que aunque ahora son los mismos, ya no saben sentir igual.
Seguiré probando barbacoas buenas y malas, con chile, de res, borrego, chivo o pollo, caldosas o secas, ya tengo una en una calle de la ciudad de México que forma parte de mi familia, la que tengo ahora, cada vez que logramos ir a comerla juntos, además de satisfacer nuestro sentido del gusto y nuestros estómagos, nos recuerda que somos parte de algo, eso le da su sabor especial.
24 de enero del 2010.
Mi familia se quedo lejos de mi, parte por necesidad de los estudios de mis hijos y parte por desajustes de carácter personal, pero el hecho es que los días, semanas, meses o años que pase aquí viviré solo y pasaré la mayor parte del tiempo en mi habitación, acompañado de mis libros, mi computadora y mi televisión (¡Agradezco a la televisión satelital los ruidos humanos con los que invade mi espacio aunque no la vea!), así que tendré tiempo de ver crecer las plantas,presenciaré el cambio de las estaciones y pensar en cosas diversas, simples o complicadas.
Como siempre es más fácil comenzar por las simples, hoy por la mañana, llegué a la mesa del comedor después de atender asuntos del trabajo y me sirvieron como desayuno un consomé de barbacoa acompañado de un plato con carne y salsas variadas para hacer tacos; he tenido la oportunidad de recorrer diferentes lugares de mi país y la barbacoa es una constante en todos ellos, solo que en cada lugar se prepara en una versión diferente.
En mi infancia, la barbacoa se preparaba en el rancho de mis abuelos maternos: Enrique y Carmela; era un evento que comenzaba temprano por la mañana, y aunque muchos participaban, mi tío Enrique tomaba un papel preponderante y se asumía como el "master chef" del proceso, abrían el pozo y verificaban las piedras, las pencas de maguey y nopal y la leña, seleccionaban un borrego, lo sacrificaban, lo destazaban y comenzaba un trajín de muchas personas, mujeres que preparaban las tripas, la moronga, la chanfaina y hombres que preparaban la carne y la metían al horno de pozo para que se cociera, el resultado era un consomé de color marrón turbio, con arroz y garbanzos además de otros aderezos y una carne suave que se deshacia al hacer los tacos de tortillas hechas a mano, comíamos en familia, abuelos, padres, hermanos, tíos, primos y amigos, el ambiente se saturaba de aromas deliciosos, de voces familiares y risas, de alegría.
Todos compartíamos la comida y mediante ella nos integrábamos como parte de un grupo familiar, esa barbacoa muy desgraciadamente ya no se prepara más, su sabor quedó solo en mi memoria y estoy seguro que también en la de los otros miembros de mi familia, no la volveremos a comer, por eso las barbacoas que encuentro ahora siempre pierden con la comparación, porque nunca tendrán lo que hacia especial a la otra, jamas podrán volver a aderezarse con la reunión de los miembros de mi familia que ya no están, con los que están lejos y los que ya no quieren estar, pero sobre todo lo que nunca regresará son los ojos, los oídos, la boca, la naríz y la piel que tenía en mi infancia y que aunque ahora son los mismos, ya no saben sentir igual.
Seguiré probando barbacoas buenas y malas, con chile, de res, borrego, chivo o pollo, caldosas o secas, ya tengo una en una calle de la ciudad de México que forma parte de mi familia, la que tengo ahora, cada vez que logramos ir a comerla juntos, además de satisfacer nuestro sentido del gusto y nuestros estómagos, nos recuerda que somos parte de algo, eso le da su sabor especial.
24 de enero del 2010.
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